¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo? Me preguntaba yo mientras tocabas mis labios, nuestros labios se conocían, se daban la mano y charlaban un rato mientras cada uno leía, como si fuera un periódico, a los sentimientos del corazón.
¿Qué? ¿Qué era lo que sentía? ¿Era frío? ¿Era calor?, el mejor sentimiento que podía tener. Era un calor que abrazaba mis latidos del corazón, mis latidos de excitación.
Mi mano que estaba en tu cintura, cual buscador de tesoro, exploró lentamente la isla de tu pecho, subía y bajaba, sentía las vibraciones de tu corazón que latía cual caballo en una carrera. Mi mano explorando buscó nuevos territorios, encontró algunos que no estaba dispuesto a pasar, no en ese momento, y decidió entonces pasar por la jungla de tu cabello. Cada dedo era rozado por los delicados ramajes de tu pelo.
Después nuestros labios se separaron y decidiste protegerme con tus brazos, tan cálidos, morenos brazos, como la arena de la cálida playa. Yo entonces me recosté sobre tu pecho y pasé mi mano sobre tu espalda, se sentía como la cálida arena. Escuché los latidos de tu corazón y pude, como si nos comunicáramos, pensar lo mismo que tú. ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo explicaríamos lo nuestro?.
Ambos, decidimos entonces, olvidarnos de las inquietudes y vivir el momento. Tu manó se paseó por mi cabello y luego por mis labios. Lentamente mi cara se acercaba a la tuya, lentamente repetíamos nuestros pecados, desesperadamente nuestros labios se buscaba, como quien busca a un hijo perdido. Era el momento, era de verdad, era realidad, estábamos juntos, éramos uno.
Desperté, era un sueño que se había sentido real. El sueño se burlaba de mis más profundos deseos. Ahora te veo y una parte de mi espera que mi deseo se haga real, que me tomes y me beses, mas cada vez que lo deseo más sufro porque sé que no estás a mi alcance. ¿O sí lo estás?
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